El Santo Padre anunció la
convocatoria de esta jornada durante el rezo del Ángelus dominical en Roma. Un
Ángelus en cuya alocución previa el conflicto sirio centró el mensaje del Papa
que desatacó “no es la cultura del enfrentamiento, la cultura del conflicto la
que construye la convivencia en los pueblos”.
La jornada de oración tendrá
una especial vivencia en Roma donde desde las 19.00 y hasta las 24.00, tendrá
lugar una jornada de oración y espíritu de penitencia continua.
Alocución
del Santo Padre
“Queridos hermanos y hermanas ¡buenos
días!
Hoy, queridos
hermanos y hermanas, quisiera hacerme intérprete del grito que sube de todas
partes de la tierra, de todo pueblo, del corazón de cada uno, de la única gran
familia que es la humanidad, con angustia creciente: ¡es el grito de la paz! El
grito que dice con fuerza:¡queremos un mundo de paz, queremos ser hombres y mujeres de paz,
queremos que en nuestra sociedad, destrozada por divisiones y por conflictos,
estalle la paz; nunca más la guerra! ¡Nunca más la guerra! La paz es un don
demasiado precioso, que debe ser promovido y tutelado.
Vivo
con particular sufrimiento y preocupación las tantas situaciones de conflicto
que hay en nuestra tierra, pero, en estos días, mi corazón está profundamente
herido por lo que está sucediendo en Siria y angustiado por los dramáticos
desarrollos que se presentan.
Dirijo un fuerte llamamiento por la
paz, ¡un llamamiento que nace de lo íntimo de mí mismo! ¡Cuánto sufrimiento,
cuánta devastación, cuánto dolor ha traído y trae el uso de las armas en aquel
martirizado país, especialmente entre la población civil e inerme! ¡Pensemos en
cuántos niños no podrán ver la luz del futuro! Con particular firmeza condeno
el uso de las armas químicas: les digo que tengo aún fijas en la mente y en el
corazón las imágenes terribles de los días pasados! ¡Hay un juicio de Dios y
también un juicio de la historia sobre nuestras acciones al que no se puede
escapar! Jamás el uso de la violencia lleva a la paz. ¡Guerra llama guerra,
violencia llama violencia!
Con toda mi
fuerza, pido a las partes en conflicto que escuchen la voz de su propia
conciencia, que no se cierren en sus propios intereses, sino que miren al otro
como un hermano y emprendan con coraje y con decisión la vía del encuentro y de
la negociación, superando la ciega contraposición. Con la misma fuerza exhorto también a la Comunidad Internacional a hacer todo esfuerzo
para promover, sin ulterior demora, iniciativas claras por la paz
en esa nación, basadas en el diálogo y en la negociación, por el bien de la
entera población siria.
Que no se ahorre ningún esfuerzo para
garantizar asistencia humanitaria a quien está afectado por este terrible
conflicto, en particular a los evacuados en el país y a los numerosos prófugos
en los países vecinos. Que a los agentes humanitarios, empeñados en aliviar los
sufrimientos de la población, se les asegure la posibilidad de prestar la ayuda
necesaria.
¿Qué podemos
hacer nosotros por la paz en el mundo? Como decía el Papa Juan: a todos nos corresponde la tarea de recomponer las relaciones de
convivencia en la justicia y en el amor (Cfr. Carta encíclica, Pacem in
terris [11 abril de 1963]: AAS 55 [1963], 301-302).
¡Que una cadena de empeño por la paz
una a todos los hombres y a las mujeres de buena voluntad! Es una invitación
fuerte y urgente que dirijo a la entera Iglesia Católica, pero que extiendo a
todos los cristianos de las demás Confesiones, a los hombres y mujeres de toda
religión y también a aquellos hermanos y hermanas que no creen: la paz es un
bien que supera toda barrera, porque es un bien de toda la humanidad.
Repito con voz
alta: no es la cultura del enfrentamiento, la cultura del conflicto la
que construye la convivencia en los pueblos y entre los pueblos, sino la cultura
del encuentro, la cultura del diálogo: éste es el único camino hacia la paz.
Que el grito de la paz se eleve alto
para que llegue al corazón de todos y todos dejen las armas y se dejen guiar
por el anhelo de paz.
Por esto,
hermanos y hermanas, he decidido convocar para toda la Iglesia el próximo 7 de septiembre, víspera de la
fiesta de la Natividad de María, Reina de la Paz, una jornada de ayuno y de
oración por la paz en Siria, en Oriente Medio, y en el mundo
entero, y también invito a unirse a esta iniciativa, según el modo que considerarán
más oportuno, a los hermanos cristianos no católicos, a los pertenecientes a
las demás religiones y a los hombres de buena voluntad.
El
7 de septiembre, en la Plaza de San Pedro, aquí, desde las 19.00 y hasta las
24.00, nos reuniremos en oración y en espíritu de penitencia para invocar de Dios este gran don para
la amada nación siria y para todas las situaciones de conflicto y de violencia
en el mundo.
¡La humanidad tiene necesidad de ver
gestos de paz y de escuchar palabras de esperanza y de paz! Pido a todas las
Iglesias particulares que, además de vivir este día de ayuno, organicen algún
acto litúrgico según esta intención.
A María le pedimos que nos ayude a
responder a la violencia, al conflicto y a la guerra, con la fuerza del
diálogo, de la reconciliación y del amor.
Ella es Madre: que Ella nos ayude a
encontrar la paz. Todos nosotros somos sus hijos. Ayúdanos, María, a superar
también este momento difícil y a empeñarnos a construir cada día y en todo
ambiente una auténtica cultura del encuentro y de la paz.
María, Reina de la paz, ¡ruega por
nosotros!
Todos: María, Reina de la paz, ¡ruega
por nosotros!”
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