lunes, 21 de enero de 2013

LA TINIEBLA DEL CORAZÓN

Aunque la oscura tiniebla
recorra mi triste corazón,
yo sé que Tú estás, Padre, en mi vida,
acompañándome en mi dolor...
A veces no te comprendo,
e ignoro tu dulce caricia,
tu envolvente y ilimitada fidelidad,
tu gran y única amistad...

Pero Tú, Señor, sonrisa en el semblante
y mirada de inigualable ternura,
te posas en la llaga de mi impotencia,
convirtiendo en alegría mi amargura
de no entender toda tu presencia,
de no vivir tu hermosa locura...

¡No me abandones, Padre!
Tú eres todo lo que mi alma busca,
Tú eres la verdadera felicidad,
la única compañía en mi soledad,
tus besos eternos en la noche,
 que nunca han tenido ni tendrán igual...

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