MENSAJE SEMANAL DEL ARZOBISPO DE BURGOS
(27/01/2013)
El próximo día 12 de febrero, martes previo a
Ceniza, llegarán a Burgos las reliquias de san Juan de Ávila y permanecerán
entre nosotros hasta el sábado siguiente, 16 de febrero. Se trata de un gran
acontecimiento para la diócesis de Burgos. Porque san Juan de Ávila, además de
ser un santo español de primera magnitud, es un guía para nuestro tiempo por su
ejemplo y su doctrina. De alguna manera, la presencia de sus reliquias servirá
para llenar el hueco que nos dejó mientras vivía, dado que nuestra diócesis no
pudo beneficiarse de su presencia, al no haber venido aquí para realizar su
obra evangelizadora.
San Juan de Ávila fue un buen conocedor de su
tiempo y poseyó una óptima preparación académica, como consecuencia de su paso
por las universidades de Salamanca y Alcalá y como fundador de la Universidad
de Baeza (Jaén), que fue referente durante siglos. Fue también un destacado
teólogo y un verdadero humanista. Propuso la creación de un Tribunal
Internacional de arbitraje para evitar las guerras. Incluso inventó y patentó
algunas obras de ingeniería.
Sin embargo, todo esto no lo usó para hacer
carrera o escalar puestos sino que lo puso al servicio de la predicación y el
aliento de la vida cristiana de incontables almas, muchas de ellas santos hoy
canonizados. Se preocupó especialmente de la educación e instrucción de los
niños y los jóvenes, sobre todo, de los que se preparaban para ser sacerdotes,
lo que le llevó a fundar varios Colegios menores y mayores que, después del
Concilio de Trento, se convertirían en Seminarios conciliares.
La doctrina de san Juan de Ávila ha quedado
escrita en una serie de obras, que han servido como alimento de la vida
cristiana de muchísimos sacerdotes, religiosos y seglares. Su obra principal,
“Audi filia”, es un clásico espiritual; su “Catecismo”, una síntesis pedagógica
sobre los contenidos de la fe para niños y mayores, y su “Tratado del amor de
Dios”, una joya literaria y de contenido. El “Tratado sobre el sacerdocio” es
un breve compendio, que se completa con las pláticas, sermones e incluso
cartas.
Puntos permanentes de la enseñanza de san Juan de
Ávila, sobre los cuales hablaba una y otra vez, son el bautismo, la redención,
la llamada a la santidad, la vida espiritual, que arranca de la fe en Dios Amor
y tiene como fundamento la bondad y misericordia divina expresada en los
méritos de Jesucristo.
A lo largo de los siglos, sus escritos han sido
fuente de inspiración para la espiritualidad sacerdotal, hasta el punto de
poderle considerar como el promotor del movimiento místico entre los
presbíteros seculares. Su influencia es fácilmente detectable en autores
espirituales posteriores.
San Juan de Ávila estaba firmemente convencido de
que la reforma del clero y del pueblo cristiano eran imprescindibles en su tiempo.
Eso explica su aportación al Concilio de Trento, a través de sus famosos
“Memoriales”, y la publicación de su obra “Doctrina christiana” o Catecismo.
Hoy, cuando estamos conmemorando los cincuenta años del comienzo de otro gran
concilio, el Vaticano II, y cuando por doquier suenan voces de reforma
inaplazable en el pueblo y en el clero, el paso de las Reliquias de san Juan de
Ávila por nuestra diócesis es una oportunidad de gracia que nos brinda el Señor
para revitalizar nuestra fe y nuestra vida cristiana.
Desde aquí invito a todos los diocesanos,
especialmente a los sacerdotes y religiosos, a mirarse en el espejo de este
gran santo sacerdote español y descubrir en él la verdad de las palabras que
Benedicto XVI pronunció en la homilía de la misa en que lo proclamó Doctor de
la Iglesia: “Los santos son los verdaderos protagonistas de la evangelización
en todas sus expresiones. Ellos son, también de forma particular, los pioneros
y los que impulsan la nueva evangelización”.
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