MENSAJE SEMANAL DEL ARZOBISPO DE BURGOS
(24/02/2013)
En
próximo jueves, 28 de febrero, a las ocho de la tarde, Benedicto XVI renunciará
de hecho al Pontificado y, en consecuencia, dejará de ser Papa. Ese mismo día y
a la misma hora, la Iglesia que camina en Burgos se congregará en la Iglesia
Parroquial de san Lesmes para celebrar una solemne Eucaristía, dar gracias a
Dios por habernos dado este santo y sabio Pontífice y, a la vez, siguiendo sus
indicaciones, pedir al Espíritu Santo que los cardenales electores elijan al
que Él tiene ya ‘marcado’. Si Dios quiere, yo mismo presidiré esa Eucaristía
rodeado de un amplio grupo de sacerdotes, a la que invito cordialmente a todos
los diocesanos.
Aunque la
Eucaristía es el mejor agradecimiento posible, no me quedaría satisfecho si
dejara de escribir aquí algunos de los motivos por los que daremos gracias a
Dios. Los he agrupado en forma de decálogo, pero la lista es más larga.
Daremos gracias
porque Benedicto XVI nos ha redescubierto a todos quién es Dios y cuál es el
lugar que le corresponde. “Dios es amor” y ocupa “el centro” en la creación, en
la Iglesia y en la vida de cada persona.
Daremos gracias
porque Benedicto XVI nos ha dicho, en todos los tonos y modos, que se es
cristiano no por una decisión ética sino por el encuentro con una Persona, que
cambia radicalmente nuestra vida. Esa Persona es Jesucristo. Por eso, hizo de
Él el programa de su Pontificado.
Daremos gracias
porque Benedicto XVI nos ha regalado inolvidables discursos sobre el maridaje
que existe entre la fe y la razón, a los cuales será indispensable volver en el
futuro para comprender que una y otra, lejos de oponerse, se necesitan
mutuamente.
Daremos gracias
porque no ha regateado sinsabores y disgustos para limpiar a la Iglesia de la
terrible lacra de la pederastia.
Daremos gracias
por la convocatoria del Año de la Fe, para que los cristianos redescubramos la
alegría de ser discípulos de Jesucristo y nos decidamos a comunicar esa gran
noticia a los demás.
Daremos gracias
por su clarividencia e insistencia en afirmar que Europa tiene unas raíces
cristianas y que sería una incalculable pérdida cultural y religiosa cortar
esas raíces y adentrarse en un mundo cultural y ético que nos es ajeno.
Daremos gracias
por su amor insobornable a la verdad y su fortaleza para desafiar la dictadura
del relativismo.
Daremos gracias
por las visitas pastorales que ha realizado a España, distinguiéndonos más que
a ningún otro país del mundo. ¿Cómo olvidar su presencia en Valencia con motivo
del Año de la Familia y en Madrid para la Jornada Mundial de la Juventud?
Daremos gracias
por la creación del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, con el
cual no sólo ha señalado a la Iglesia la ruta que debe continuar sino que la ha
dotado de un organismo permanente que la oriente e impulse.
En fin, daremos
gracias por la importancia que Benedicto XVI ha dado a la Eucaristía y a la
Palabra de Dios, insistiendo en que son las dos mesas en las que se alimenta y
nutre la vida cristiana.
Todos estos
motivos muestran que el Pontificado de Benedicto XVI no sólo ha sido muy
fecundo para la Iglesia sino que ha llevado muchos motivos de esperanza a
tantas personas no creyentes pero que son buscadoras de Dios con sinceridad y,
a veces, con pasión. Todo ello no hubiera sido posible si el Papa que se nos va
no fuera un místico y un verdadero santo. Pido a Dios que le siga bendiciendo
durante el resto de su vida y que la Iglesia pueda seguir beneficiándose de su
oración y de su sabiduría durante largos años.
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