EL MOVIMIENTO DE CURSILLOS DE CRISTIANDAD

ALGUNAS PREGUNTAS SOBRE EL 
MOVIMIENTO DE CURSILLOS DE CRISTIANDAD

¿Es un Movimiento de Iglesia? 

El Movimiento de Cursillos de Cristiandad (MCC) es un Movimiento eclesial de difusión mundial que actúa en el interior de la Iglesia Católica, sintiéndose vocacionado a participar activamente en la gran misión del anuncio de la Buena Nueva del Evangelio a través de un método propio kerygmático. 
En palabras de Juan Pablo II, este método de Cursillos es “un instrumento suscitado por Dios para el anuncio del Evangelio en nuestro tiempo”.
Este instrumento de evangelización ha creado multitud de núcleos de cristianos que viven y conviven lo fundamental cristiano y se esfuerzan por fermentar de Evangelio los ambientes. Millones de cristianos renovados en un Cursillo de Cristiandad, o que tuvieron en él su primer encuentro con Cristo, han revitalizado instituciones y movimientos y han logrado animar cristianamente los ambientes donde se desenvuelven.


¿Dónde y cuando nació? ¿Cómo se difundió?

El Movimiento de Cursillos de Cristiandad nació en España, concretamente en la isla de Mallorca, entre los años 1940 y 1949[1]. Surge como fruto del trabajo, inquietud y esfuerzo apostólico de un grupo de seglares y sacerdotes que formaban parte del Consejo Diocesano de los Jóvenes de Acción Católica (JAC) de Mallorca. En aquellos años se estaba preparando intensamente una gran peregrinación nacional de los JAC a Santiago de Compostela, que se celebraría en el año 1948. Se organizan diversas actividades, entre ellas la celebración de “Cursillos de Adelantados de Peregrinos”, dirigidos por miembros del Consejo Nacional de los JAC, y “Cursillos de Jefes de Peregrinos”, en parroquias, dirigidos por miembros de los Consejos Diocesanos. En estos cursillos se percibe la posibilidad de desarrollar algo nuevo, algo que permitiera que el contenido esencial del cristianismo fuera captado en toda su intensidad incluso por quienes vivían al margen de la religión[2]. Se lleva a cabo un arduo trabajo de búsqueda, de reflexión, de maduración del que, con la Gracia del Espíritu, va surgiendo algo nuevo, que se concreta en lo que después se llama “Cursillos de Cristiandad”, con rasgos de los cursillos anteriores, pero diferente por su enfoque, finalidad y sentido.
Eduardo Bonín

Eduardo Bonín

Por tanto, en el inicio del Movimiento se encuentra la acción del Espíritu en un grupo de personas, que comparten una mentalidad y que comienzan a trabajar por una misma finalidad: vertebrar en cristiano, hacer un mundo más cristiano, haciendo más cristianos a los hombres. Con un mínimo de organización y estructura, van definiendo un método eficaz para conseguir la finalidad perseguida. En este grupo de iniciadores del Movimiento destacaron especialmente los laicos, guiados por Eduardo Bonnín Aguiló. Entre los sacerdotes, Mons. Sebastián Gayá Aguilera y D. Juan Capó Bosch. Y con ellos el entonces Obispo de Mallorca, Mons. Juan Hervás Benet.
En enero de 1949 se celebra el que se considera propiamente el primer Cursillo de Cristiandad, en el monasterio de San Honorato de Mallorca. Sólo en ese año se celebran 20 cursillos y en cinco años se llega al centenar. En ese periodo se va definiendo la eficacia evangelizadora de estos nuevos cursillos, consolida la Escuela de Responsables, se perfilan los cauces de seguimiento en el post-cursillo (grupos y ultreya), se crea el primer Secretariado, en definitiva, se va configurando claramente lo que es el Movimiento de Cursillos de Cristiandad.
Sebastián Gayá
Sebastián Gayá
El MCC nace con vocación universal y, partiendo de Mallorca, va a expandirse por todo el mundo. En primer lugar penetra en España, en 1953 (Valencia). Tanto por iniciativas personales como por la actividades del Consejo Nacional de la JACE, el Movimiento va difundiéndose por diversas diócesis de España. En 1955, con el traslado de D. Juan Hervás a la diócesis de Ciudad Real y la publicación, en 1957, de la carta Pastoral “Cursillos de Cristiandad, Instrumento de Renovación Cristiana”, se produce un momento determinante para la aceptación del MCC y su difusión nacional e internacional.
Juan Hervás
Juan Hervás
Desde España, el MCC salta en primer lugar a América. Numerosos laicos y sacerdotes, que participaron del Movimiento en diversas diócesis de España, ilusionados con su potencial evangelizador, van trasladarlo, por diferentes medios, a los países de Latinoamérica. El primer país que recibió el MCC fue Colombia, a través de la AC, dónde se celebra el primer Cursillo fuera de España, que además fue el primer Cursillos de mujeres (1953). Muy rápidamente va llegando, por diversas vías (tanto de España como de otros países de Latinoamérica), al resto de países y ya en 1963 lo encontramos prácticamente en toda América[3]. En Europa, la diversidad de lenguas constituyó un problema para la difusión del MCC. Llega desde España, en primer lugar a Portugal, Austria e Italia (1960), desde Austria a Alemania (1961) y posteriormente va apareciendo en otros países centroeuropeos y británicos (Irlanda, Inglaterra). Un nuevo impulso del MCC se produce cuando, desde Austria, en 1974, se introduce en los países del Este de Europa. En Asia se inició en Filipinas, en 1962, llegado desde Estados Unidos. En Australia comenzó en 1963, implantándose primero entre inmigrantes españoles y posteriormente, con ayuda de un grupo de cursillistas de Estados Unidos, en 1965, comenzó su desarrollo entre la población propia (en inglés). Desde Filipinas, donde el MCC se asentó vigorosamente, se introdujo en otros países asiáticos (Vietnam, Corea, Taiwán, Tailandia). Aunque de forma más limitada, el MCC también se ha iniciado en algunas zonas de África: se celebraron cursillos en antiguas provincias de Portugal (Angola, Mozambique) y en países como Tanzania, Nigeria, Rodesia (desde Estados Unidos e Irlanda), Guinea, Benim y Togo.
Juan Capó
Juan Capó
Simultáneamente a este proceso de expansión geográfica se va produciendo la “institucionalización” del MCC, es decir, la creación y consolidación de estructuras diocesanas, nacionales e internacionales. El primer paso es siempre la creación de los Secretariado Diocesanos, como la primera y más necesaria estructura organizativa, cauce para la vinculación con la Iglesia diocesana y con el Obispo. Los Secretariados Nacionales nacen también como consecuencia de la necesidad de coordinar y unificar la vida del MCC en un país, para mantener y desarrollar una misma identidad. El primer Secretariado Nacional se creó en Méjico, en 1961, después de la I Convivencia Nacional de ese país. A continuación, en 1962, el de Venezuela, España, Portugal, Brasil,… En ese mismo año se crearon más de veinte Secretariados Nacionales[4]. Además, se fue percibiendo la necesidad de conexión y coordinación entre los distintos Secretariados Nacionales y por ello se fueron celebrando, en distintas momentos y lugares, reuniones y encuentros internacionales de diversa naturaleza (latinoamericanos, europeos, de países de habla inglesa…). De estos encuentros internacionales surgen los Grupos Internacionales del MCC (Latinoamericano, Europeo, Asia-Pacífico y América del Norte-Caribe) y el Organismo Mundial del MCC (OMCC), como “un organismo de servicio, de comunicación e información”, constituido por los Grupos Internacionales del MCC. En 2004, el Pontificio Consejo para los Laicos decreta el reconocimiento canónico del OMCC como “estructura de coordinación, promoción y difusión de la experiencia de los Cursillos de Cristiandad, teniendo personal jurídica privada” y “la aprobación del estatuto del susodicho organismo[5].

[1] Estatuto del OMCC, PONTIFICIO CONSEJO PARA LOS LAICOS, Roma, 2004, art. 3.
[2] “El Cómo y el Porqué”, Secretariado Nacional de España (CPSNE), p. 12.
[3] Cesáreo Gil, “El Movimiento de Cursillos de Cristiandad”, Caracas, 1998.
[4] Cesáreo Gil, “El Movimiento de Cursillos de Cristiandad”, Caracas, 1998.
[5] Decreto de reconocimiento canónico del OMCC, PONTIFICIO CONSEJO PARA LOS LAICOS, Roma, 2004.


¿Qué características tiene y cual es su finalidad?


La definición más comúnmente aceptada del MCC está reflejada en el libro “Ideas Fundamentales del MCC” y reza así: “Es un Movimiento de Iglesia que, mediante un método propio, posibilitan la vivencia y la convivencia de lo fundamental cristiano, ayudan a descubrir y a realizar la vocación personal, y propician la creación de núcleos de cristianos que vayan fermentando de Evangelio los ambientes”[1]. En esta definición se recoge la finalidad del Movimiento, que se concreta como en cuatro aspectos o vertientes:
a)      Posibilitar la vivencia de lo fundamental cristiano,
b)     Descubrir (y realizar) la propia vocación,
c)      Propiciar la creación de grupos cristianos y
d)     Fermentar de Evangelio los ambientes.
Cada uno de estos cuatro aspectos implica a los otros tres. Y cada uno complementa a los otros, de tal modo, que sólo es posible su separación desde un punto de vista teórico. Porque en definitiva, son diferentes facetas de una misma actuación: evangelizar. Esta es la finalidad del MCC, la evangelización, en el campo específico del Kerygma, del primer anuncio, dirigiéndose prioritariamente (aunque no exclusivamente) a los alejados, para posibilitar el encuentro con Cristo y con ello la conversión, que de lugar a una vida nueva, vivida en comunidad y comprometida con la transformación del mundo.
Se puede entender por tanto una finalidad primera y una finalidad última en el MCC. La finalidad primera está centrada en la persona, la finalidad última en los ambientes. El MCC tiene el propósito de posibilitar que toda persona, especialmente los llamados “alejados”, se encuentre consigo mismo, con Dios y con los demás y que a partir de ese triple encuentro pueda comenzar una vida nueva (conversión), en su realidad concreta y personal, siguiendo su propio y específico camino. Este es el sentido que tiene la expresión “vivencia de lo fundamental cristiano”, una experiencia personal de los fundamentos básicos de la vida cristiana (Cristo, la gracia, la fe, la Iglesia, los sacramentos). En esta primera finalidad del MCC, una dimensión esencial es el respeto a la vocación personal, a la individualidad de cada persona, a la pretensión de posibilitar que cada uno descubra y siga su propia vocación, personal, cristiana y eclesial.
Partiendo de ese primer foco de atención que es la conversión de la persona, la finalidad última del MCC es la transformación de la sociedad, en las palabras de la definición, la “fermentación evangélica de los ambientes”. Lógicamente, se trata de dos objetivos absolutamente relacionados e interdependientes: se fermentan los ambientes por la existencia de las personas (y los grupos) que viven coherentemente su ser cristiano, esto es, que se han encontrado con el Señor y se han comprometido con su proyecto: el Reino de Dios. El MCC pretende, primero, que cada persona asuma responsablemente su compromiso con su propio ambiente, con su “metro cuadrado”. Y además, que existan grupos de cristianos que, tratando de vivir la Gracia de forma consciente, creciente y compartida, vayan ejerciendo una acción transformadora sobre los diversos ambientes de la sociedad.
Un elemento importante, tanto para las personas como para los ambientes, son los grupos o núcleos cristianos. En la finalidad del MCC se contempla la existencia de grupos cristianos, en los que las personas puedan compartir y madurar su fe y desde los cuáles actuar, personal y comunitariamente, en los ambientes.

[1] IFMCC nº 74

¿Cuál es el método del Cursillo?

El método del Cursillo se divide en tres fases: Precursillo, Cursillo y Poscursillo.

El Precursillo

El Precursillo es la fase inicial del método, de preparación y motivación para la experiencia religiosa. Tiene como objetivo el despertar el deseo de crecer y realizarse como persona, y el crear una disposición de apertura, escucha y búsqueda de Dios. Se realiza en el marco de una relación personal o de grupo, sin tiempos ni modelos preestablecidos.
En el Precursillo se pretende buscar y preparar a personas en los diversos ambientes de la sociedad, con opción preferencial por los alejados, para su transformación en cristianos responsables y auténticos, agentes de evangelización y cambio. Para ello también se realiza un estudio y discernimiento de los diferentes ambientes y de las personas en ellos integradas.
La preparación de los candidatos es un elemento esencial del método de Cursillos. Es indispensable dar a los candidatos seleccionados una preparación adecuada que facilite el aprovechamiento del Cursillo y la inserción comunitaria en el Poscursillo. Los objetivos de esta preparación son:
a) Despertar el deseo de realizarse como persona y como cristiano.
b) Crear disposición de escucha, de apertura, de trascendencia y de sentido.
c) Clarificar qué es el Cursillo al que se invita.

El Cursillo

El Cursillo es la fase central del método, en la que se posibilita una experiencia profunda de encuentro (con uno mismo, con los demás y con Dios). Se desarrolla como una convivencia, normalmente de tres días, en régimen de internado, en la que se explicita y se vive lo fundamental cristiano. Es la fase en la que se sigue un modelo más definido y estructurado.
Los tres días del Cursillo tienen mucha importancia; los que viven la experiencia de un Cursillo sienten, en general, una vivencia tan profunda, que el paso por un Cursillo marca, sin duda, toda su vida.
Se podría decir que los objetivos del Cursillo son:
a) Posibilitar un encuentro personal con Cristo, que comienza con un encuentro con uno mismo y se completa con un encuentro con los demás.
b) Propiciar el inicio de un proceso de conversión consciente, creciente y compartido en comunidad.
c) Despertar el sentido comunitario por la vivencia de la amistad.
d) Motivar la responsabilidad cristiana en los propios ambientes.

El Poscursillo

El Poscursillo es la tercera fase del método del Movimiento de Cursillos de Cristiandad, inseparable de los otros y culminación del mismo. Es la fase de maduración cristiana y de inserción y proyección en la Iglesia y en el mundo. En ella se articulan los medios que posibiliten la maduración y el crecimiento en la fe, la inserción en un grupo eclesial y el compromiso en los ambientes, siempre en función de la vocación y de la realidad de cada persona.
El Poscursillo pretende renovar, acelerar y perfeccionar la conversión personal iniciada en el Cursillo, promoviendo grupos cristianos en los que compartir vida, fe y compromiso y, desde ellos, promover la fermentación evangélica de los ambientes, por la actuación de las personas que en ellos están insertas.
En el Poscursillo se intenta que se haga realidad el ser de los cristianos laicos: Iglesia en el mundo, de forma natural y cotidiana, cada uno en su propia realidad, en el sitio en el que a cada uno Dios le dio.
Como todo el método, el Poscursillo se desarrolla en la comunión y corresponsabilidad eclesial, insertado en la Iglesia local y abierto a la colaboración y coordinación con los planes diocesanos de pastoral y con otras realidades eclesiales.


¿Cómo se estructura el Movimiento?

El Movimiento de Cursillos de Cristiandad se estructura en Secretariados Diocesanos, Secretariados Nacionales, Grupos Internaciones y Organismo Mundial de Cursillos. Más información en los siguientes enlaces: