lunes, 3 de diciembre de 2012

EL BUEY, LA MULA y EL NIÑO DE BELÉN


Estos días se ha armado una pequeña algarabía mediática a propósito de unas palabras del Papa en su reciente libro “La infancia de Jesús”, último volumen de su trilogía sobre Jesús de Nazaret. Todo, porque Benedicto XVI hace esta afirmación: “María puso a su niño recién nacido en un pesebre (Cf. Lc 2, 7). De aquí se ha deducido con razón que Jesús nació en un establo, en un ambiente poco acogedor –estaríamos tentados de decir: indigno-, pero que ofrecía en todo caso la discreción necesaria para el santo evento (…) El pesebre hace pensar en los animales, pues allí es donde comen. En el Evangelio no se habla en este caso de animales” (pp. 74 y 76).

Pero el Papa, sabio y veterano profesor, puntualiza que es “en el Evangelio” donde “no se habla de animales” (p. 76). Efectivamente, san Lucas, que es quien describe el Nacimiento de Jesús en Belén, no habla de animales junto al pesebre. Pero eso no quiere decir que no los hubiera. ¡Cuántas cosas que han visto quienes escriben libros de viaje o de historia, no las trascriben. Por eso, no es extraño que el Papa –siempre profesor- pueda decir que “la meditación guiada por la fe, leyendo el Antiguo y el Nuevo Testamento relacionados entre sí, ha colmado muy pronto esta laguna, refiriéndose a Isaías: ‘El buey conoce a su amo, y el asno el pesebre de su dueño: Israel no me conoce, mi pueblo no comprende”.
De todos modos, no está de más recordar que hasta el siglo trece no existieron “belenes/nacimientos”, ni buey ni mula, pues todo esto es obra del simpar san Francisco de Asís. San Buenaventura nos ha dejado este precioso testimonio: “Tres años antes de su muerte, él (Francisco) quiso celebrar en Greccio el recuerdo del Nacimiento del Niño Jesús, y deseó hacerlo con toda posible solemnidad, a fin de aumentar mayormente la devoción de los fieles. Para que la cosa no fuese adjudicada a manía de novedad, primero pidió y obtuvo el permiso del Sumo Pontífice”. Francisco comenzó los preparativos quince días antes del 25 de diciembre. Eligió un lugar abierto donde pusieron un paño blanco, como los del altar, y llevaron gran cantidad de heno. Luego trasladaron un asno, un buey y gran cantidad de otros animales. Hizo instalar un altar y un pesebre con paja y colocó en su interior la imagen en piedra del Niño Jesús. Nueve días antes del 25 de diciembre convocó a todo el pueblo para celebrar una misa en presencia de la representación del Nacimiento. El entusiasmo del santo y del pueblo fue indescriptible. Hoy “el belén” de san Francisco está extendido por casi todo el mundo católico.
¿Benedicto XVI ha desautorizado esta práctica tan popular y entrañable, y, más en concreto, la presencia del buey y la mula? Todo lo contrario. “Ninguna representación del nacimiento –dice expresamente- renunciará al buey y al asno” (p. 76-77). Lo que Benedicto XVI ha hecho es darle un plus de significado. Haciendo una fina reflexión exegética sobre varios textos del Antiguo Testamento descubre que el buey y el asno junto al pesebre son “como una representación de la humanidad, de por sí desprovista de entendimiento, pero que ante el Niño, ante la humilde aparición de Dios en el establo, llega al conocimiento y, en la pobreza del nacimiento, recibe la epifanía, que ahora enseña a todos a ver. La iconografía cristiana ha captado ya muy pronto este motivo. Ninguna representación de nacimiento renunciará al buey y al asno”.
Efectivamente, las familias cristianas, las parroquias y otras instituciones seguirán haciendo el Belén, que les recuerde el hecho más prodigioso de todos los tiempos: que Dios se ha hecho un hombre tan hombre, que se ha hecho Niño en Belén. Nosotros, no dejaremos de mirarle, para aprender de él lo mucho que nos ama. ¡Que este año haya más Nacimientos que nunca en la diócesis de Burgos¡ El Papa se sentirá feliz con ello. Y como otros años, bendeciré los niños Jesús el domingo 16 en la misa de 11 en la parroquia de los Santos Cosme y Damián.
+Francisco Gil Hellín
Arzobispo de Burgos

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